IV Domingo de CuaresmaDomingo de Laetare
19 de marzo de 2023
MONICIÓN DE ENTRADA
Llegamos al IV Domingo de Cuaresma, también llamado Domingo de Laetare, pues la celebración de la Vigilia Pascual está cada vez más cerca. La Iglesia nos invita a alegrarnos porque el Señor que resucitará, arrancará nuestras tristezas y nos inundará de felicidad.
Hoy también en todo nuestro México, nos unimos en oración para pedir por aquellos hermanos y hermanas nuestros que sufren por la violencia -verbal o física- al interno de sus familias. Esta oración debe ayudarnos a reconocer que para tener una sociedad sana y vigoriza, necesitamos familias sanas que formen en los valores, de frente a la grave crisis generada por la pobreza, el individualismo, la ambigua concepción de la libertad y la dificultad para adquirir compromisos sólidos.
Consientes que en la fuerza de las familias se encuentra el camino más seguro para salir de muchas situaciones que nos angustian, en el contexto de nuestro camino cuaresmal, vivamos en plenitud esta Eucaristía, que por su gracia renovadora seamos corresponsables en la reconstrucción del tejido social.
RITOS INICIALES
ANTÍFONA DE ENTRADA Is 66, 10-11
Alégrate, Jerusalén, y que se reúnan cuantos te aman. Compartan su alegría los que estaban tristes, vengan a saciarse con su felicidad.
Canto de entrada
En el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
SALUDO
Jesús es fuente de agua que mana hasta la vida eterna; Jesús es la luz del mundo; Jesús es la resurrección y la vida para todos los que creen en él. Que la gracia esté con todos ustedes.
Y con tu espíritu.
ACTO PENITENCIAL
Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.
(Silencio)
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra,
obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa,
por mi gran culpa.
Por eso ruego
a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios,
nuestro Señor.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Amén
No se dice gloria
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que por tu Palabra realizas admirablemente la reconciliación del género humano, concede al pueblo cristiano prepararse con generosa entrega y fe viva a celebrar las próximas fiestas de la Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén
Tomen asiento daremos inicio a la:
LITURGIA DE LA PALABRA
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
El relato de la unción de David, como Rey de Israel, nos recuerda que Jesús, siendo Hijo de Dios, también es hijo de David. Porque David, es escogido por Dios mismo. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de Samuel 16, 1. 6-7. 10-13
En aquellos días, dijo el Señor a Samuel: "Ve a la casa de Jesé, en Belén, porque de entre sus hijos me he escogido un rey. Llena, pues, tu cuerno de aceite para ungirlo y vete".
Cuando llegó Samuel a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó: "Éste es, sin duda, el que voy a ungir como rey". Pero el Señor le dijo: "No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues yo lo he descartado, porque yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones".
Así fueron pasando ante Samuel siete de los hijos de Jesé; pero Samuel dijo: "Ninguno de éstos es el elegido del Señor". Luego le preguntó a Jesé: "¿Son éstos todos tus hijos?" Él respondió: "Falta el más pequeño, que está cuidando el rebaño".
Samuel le dijo: "Hazlo venir, porque no nos sentaremos a comer hasta que llegue". Y Jesé lo mandó llamar.
El muchacho era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque éste es". Tomó Samuel el cuerno con el aceite y lo ungió delante de sus hermanos. A partir de aquel día, el espíritu del Señor estuvo con David.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor.
MONICIÓN AL SALMO
Respondamos a la iniciativa del Señor con el salmo 22, dirigidos por el coro
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 22
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
El Señor es mi pastor, nada me falta;
en verdes praderas me hace reposar
y hacia fuentes tranquilas me conduce
para reparar mis fuerzas.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Por ser un Dios fiel a sus promesas,
me guía por el sendero recto;
así, aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Tú mismo me preparas la mesa,
a despecho de mis adversarios;
me unges la cabeza con perfume
y llenas mi copa hasta los bordes.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañarán todos los días de mi vida;
y viviré en la casa del Señor
por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
En esta segunda lectura, San Pablo nos invita a estar despiertos, para vivir como hijos de la luz, dándonos las herramientas para lograrlo.
Vamos a escuchar con atención este pasaje paulino.
SEGUNDA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 8-14
Hermanos: En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz. Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la bondad, la santidad y la verdad. Busquen lo que es agradable al Señor y no tomen parte en las obras estériles de los que son tinieblas.
Al contrario, repruébenlas abiertamente; porque, si bien las cosas que ellos hacen en secreto da vergüenza aun mencionarlas, al ser reprobadas abiertamente, todo queda en claro, porque todo lo que es iluminado por la luz se convierte en luz. Por eso se dice: Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor.
MONICIÓN AL EVANGELIO
Para meditar profundamente este Evangelio, debemos observar las reacciones de la gente frente al milagro de sanar a un ciego de nacimiento.
De pie, por favor, para escuchar atentamente el Santo Evangelio.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Jn 8, 12
Honor y gloria a ti, Señor, Jesús
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida.
Honor y gloria a ti, Señor, Jesús
EVANGELIO
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Del santo Evangelio según san Juan 9, 1-41
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron:
"Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?"
Jesús respondió:
"Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo".
Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo:
"Ve a lavarte en la piscina de Siloé".
(que significa 'Enviado').
Él fue, se lavó y volvió con vista. Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban:
"¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?"
Unos decían:
"Es el mismo".
Otros:
"No es él, sino que se le parece".
Pero él decía:
"Yo soy".
Y le preguntaban:
"Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?"
Él les respondió:
"El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo: 'Ve a Siloé y lávate'. Entonces fui, me lavé y comencé a ver".
Le preguntaron:
"¿En dónde está Él?"
Les contestó:
"No lo sé"
Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó:
"Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo".
Algunos de los fariseos comentaban:
"Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado".
Otros replicaban:
"¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?"
Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego:
"Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?"
Él les contestó:
"Que es un profeta".
Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron:
"¿Es éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?"
Sus padres contestaron:
"Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo".
Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías.
Por eso sus padres dijeron: 'Ya tiene edad; pregúntenle a él'.
Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron:
"Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador"
Contestó él:
"Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo".
Le preguntaron otra vez:
"¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?"
Les contestó:
"Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?"
Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron:
"Discípulo de ése lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene".
Replicó aquel hombre:
"Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder".
Le replicaron:
"Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?"
Y lo echaron fuera.
Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo:
"¿Crees tú en el Hijo del hombre?"
Él contestó:
"¿Y quién es Señor, para que yo crea en Él?"
Jesús le dijo:
"Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es".
Él dijo:
"Creo, Señor".
Y postrándose, lo adoró.
Entonces le dijo Jesús:
"Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos".
Al oír esto, algunos fariseos que estaban con él le preguntaron:
"¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?"
Jesús les contestó:
"Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado".
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?"
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" Él les preguntó: "¿Qué cosa?" Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron".
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo estoy así entrara en su gloria?" Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!"
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Tomen asiento
HOMILÍA
¿Dónde está el fundamento de tu saber?
El evangelio de este domingo, notablemente más largo que de costumbre, es mis queridos hermanos, una verdadera catequesis bautismal, tan completa y cuidada por el por el evangelista san Juan, que sólo bastaría la contemplación para obtener, por medio de la escucha y la devoción, todo el provecho con que nos bendice el Señor.
Y aunque el texto el texto sagrado del evangelio es muy rico en su mensaje, vale la pena atender al mensaje de la primera lectura, tomada del primer libro de Samuel, donde se nos narra la elección de David que ocuparía el puesto de rey del Israel, ya que Dios ha desconocido a Saúl como tal por su desobediencia. Este pasaje arroja una luz especial que ayuda a comprender la narración evangélica de este domingo, donde tenemos un tema en común: el ‘ver’ de Dios y el ‘ver’ del hombre Samuel.
Hermanos: la curación del ciego de nacimiento es un signo con un contenido teológico muy rico por su relación con la Pascua, el Bautismo y el anuncio del evangelio que nos trae Jesús. Jesús realiza este signo de una manera diferente de otros signos realizados por él: Jesús va de camino y es Él quien ve al ciego y éste ni siquiera se da cuenta de su paso, por eso, ni siquiera es quien, como en otros casos, pide la curación. Tal vez la ceguera de nacimiento de este hombre pueda ser para nosotros una sugerencia para entender la imposibilidad del hombre para ‘ver’ como Dios ve. Esto se puede percibir, ciertamente, en la resistencia de los judíos, que se oponen radicalmente a ver en Jesús a alguien diferente que cuestiona su fe y su vida de miembros del Pueblo de Dios. Es probable que no podamos hoy nosotros descontarlos porque no vean en Él al Hijo de Dios, como lo vemos los cristianos con una fe cultivada después de veinte siglos de cristianismo.
La capacidad de ‘ver’, es decir, de creer, es un Don de Dios, y como Gracia, es gratuito y don de su benevolencia y misericordia. Este Don, mis hermanos, se identifica con la fe. Es la fe que Dios nos concede −y recibe quien está abierto a recibirla− y antes de que la pidamos, pues, como el ciego de nacimiento, no podemos sentir necesidad de algo que desconocemos. Pero una vez que la acogemos en la gratitud, damos lugar a un proceso que avanza misterioso como el del ciego de nacimiento.
Cuando no aceptamos este Don, mis hermanos, sucede lo que a los judíos incrédulos les sucede y, como ellos, nos hacemos culpablemente más ciegos. Originalmente, por nuestra condición de pecadores, todos estamos en la misma condición de incredulidad, pero una vez que Cristo haciéndose presente en nuestra vida, nos da la luz de su Espíritu, inicia su obra en nosotros y, mientras más respondemos, somos más dignos de recibirla de tal manera que nos hace ser luz para los demás.
Por el contrario, cuando nos cerramos a esa moción inicial de Dios cuando nos ‘ve’ nos perdemos la consecuencia de sus miradas. Y es, entonces, mis hermanos, cuando la ceguera original y natural en nosotros se hace culpable. Porque, como dice Jesús de los judíos, desde la soberbia, damos por hecho que ‘sabemos y vemos’. Para que no nos pase eso –y nos puede pasar, aunque nos tengamos por creyentes− abramos el corazón y la mente, dispongamos la voluntad para dejarnos iluminar por Cristo. Renunciemos a la pretensión de saberlo todo y, más bien, dejémonos enseñar por esta Palabra que hoy nos ilumina y nos da el verdadero conocimiento: el de la fe.
A pesar de haber nacido en un ambiente cristiano, es probable que algunos de nosotros no salgamos todavía de las tinieblas de la ignorancia acerca del Dios verdadero, porque nos habremos hecho de Él una imagen falsa o distorsionada y muy a la medida de nuestra propia visión miope y enferma. Si el Señor nos sale al paso para encontrarnos, acudamos a la cita, y digámosle −como el ciego curado−: ¡Creo, Señor! Y adorémoslo.
No olvidemos que, en Cristo, no tenemos un concepto abstracto de Dios, sino la experiencia de un Dios personal con quien, cuando experimentamos su mirada amorosa de Padre, tenemos encuentros misteriosos y reales por los que – en su bondad misericordiosa− nos hace hijos en su Hijo. Estos encuentros con Él los tenemos, queridos hermanos, de una manera privilegiada, a través de la Celebración Eucarística y de la práctica diaria de la Caridad. AMÉN.
Nos ponemos de pie
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo
su único Hijo Nuestro Señor,
que fue concebido por obra
y gracia del Espíritu Santo.
Nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios Padre, todopoderoso.
Desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia católica
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén
¿Creen ustedes en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Sí, creo
¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que nació de la Virgen María, padeció y murió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del Padre?
Sí, creo
¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
Sí, creo
Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo nuestro Señor.
Amén
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos, hermanos y hermanas, al Señor, que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, y pidámosle que tenga misericordia de su pueblo penitente. Oremos confiadamente:
Padre de misericordia, escúchanos.
Padre de misericordia, escúchanos.
• Por el Papa Francisco -en su décimo aniversario como sucesor de san Pedro-, por los Obispos, Presbíteros y Diáconos, para que Dios les conceda un celo ardiente en su misión de anunciar el Evangelio y nos animen a vivir con verdadero espíritu de penitencia este tiempo cuaresmal. Oremos.
Padre de misericordia, escúchanos.
• Por los gobernantes y responsables de las naciones, para que ante la crisis antropológica que genera situaciones complejas y la desintegración del tejido social, opten por la familia, célula de la sociedad, donde se formen ciudadanos responsables. Oremos.
Padre de misericordia, escúchanos.
• Por los padres y madres de familia, para que sean consientes de su rol protagónico en la educación y formación de sus hijos, y de la urgencia de preocuparse por las necesidades básicas de seguridad, pertenencia, amor, afecto, identidad y personalidad. Oremos.
Padre de misericordia, escúchanos.
• Por los educadores, para que, ante la crisis de la función educativa de las familias, nos ayuden a recuperar la vocación de las familias como institución prioritaria de formación en los valores humanos y cristianos. Oremos.
Padre de misericordia, escúchanos.
• Por las familias que sufren situaciones complejas, para que optemos por ser una Iglesia más generosa y misericordiosa hacia aquellas familias que, por diversas causas, tienen que afrontar situaciones objetivamente difíciles. Oremos.
Padre de misericordia, escúchanos.
• Por cada uno de nosotros, para que, ante los cambios globales y las culturas emergentes, optemos por el valor de la familia en el mundo como un elemento fundamental para crear una sociedad más sana y vigorosa. Oremos.
Padre de misericordia, escúchanos.
Dios nuestro, que has enviado a tu Hijo para iluminar al mundo, recibe complacido las súplicas que te presentamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
ORACION POR LAS VOCACIONES
Oh, Jesús,
Pastor eterno de las almas,
dígnate mirar
con ojos de misericordia
a esta porción de tu grey amada.
Señor, gemimos en la orfandad,
danos vocaciones,
danos sacerdotes y religiosos santos.
Te lo pedimos por la Inmaculada
Virgen María de Guadalupe,
tu dulce y Santa Madre.
Oh Jesús, danos sacerdotes y religiosos
según tu corazón. Amén.
Pueden sentarse, ahora iniciamos la:
LITURGIA EUCARÍSTICA
MONICIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Hoy Señor, con éstas ofrendas, queremos poner en tus manos nuestro corazón y decirte que deseamos estar siempre contigo.
CANTO DE OFRENDAS
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida.
Por el misterio de esta agua y este vino, haz que compartamos la divinidad de quien se ha dignado participar de nuestra humanidad.
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; Él será para nosotros bebida de salvación.
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.
Lava del todo mi delito. Señor, y limpia mi pecado.
De pie
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te presentamos, Señor, llenos de alegría, estas ofrendas para el sacrificio y pedimos tu ayuda para celebrarlo con fe sincera y ofrecerlo dignamente por la salvación del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios
Es justo y necesario
PREFACIO
PREFACIO: Responsabilidad
Señor Dios nuestro, es hora de agradecerte tantas buenas cosas que nos has dado y de modo especial la vida, la vida que, sin saberlo, compartimos contigo. Gracias en nombre de todos los seres humanos, sean conscientes o no de tu presencia y tu impulso vital.
Sería necio imputarte lo que no funciona en este mundo, porque debemos reconocerte, con obligada humildad, que no hemos sabido organizarnos para que haya justicia ni nos hemos decidido a distribuir tus bienes entre todos.
En este himno a tu mayor gloria van implícitos nuestro agradecimiento por tu obra, infinitamente perfecta y nuestra voluntad de actuar responsablemente para que todos la disfruten por igual.
SANTO
Bendito seas, Padre Dios, por darnos a Jesús de Nazaret, a quien pretendemos seguir como a nuestro único líder y a quien queremos como amigo y hermano. Conoció de cerca la pobreza, hizo vida itinerante, tendió su mano a los marginados y proscritos por la Ley, ayudó en cuanto pudo a enfermos y desvalidos.
Jesús nos enseñó a compartir nuestros panes y peces, a dedicar a los demás nuestro tiempo, a escuchar y atender a sus problemas. Seguir a Jesús, convéncenos de ello, Padre santo, es sentirse responsable de las tragedias de este mundo, es ocuparse del pobre, mostrarle solidaridad y empatía, y defender y promover activamente las causas justas.
No es fácil tarea, pero Jesús estará con nosotros.
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en el Cuerpo y † la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
Porque Él mismo, la noche que iba a ser entregado tomó pan, y dándote gracias, te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Cristo se entregó por nosotros
Por tu cruz y resurrección nos has salvado Señor.
Inspíranos, Padre, necesitamos tu espíritu, tu fuerza, para enfrentarnos con eficacia a nuestra responsabilidad. Somos conscientes de que el mal que asola este mundo es fruto de nuestras acciones insolidarias y egoístas. Por eso te pedimos tu fuerza para invertir la tendencia e implantar aquí y ahora tu reino de justicia y concordia. No podemos esperar pasiva, indolentemente, que nos llegue del cielo o nos lo construyan otros.
Debemos asumir responsablemente el papel que nos corresponde a cada uno. Nos proponemos unir nuestras manos y nuestro esfuerzo al Papa Francisco y a nuestro Obispo Carlos con sus Obispos auxiliares, presbíteros y diáconos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que la bondad abunde en la sociedad y la felicidad sea un bien común.
Te rogamos, Padre Dios, por la comunidad cristiana con el deseo de que sea modelo de entrega y fraternidad. En presencia de Jesús, nuestros hermanos difuntos descansen en tu amistad y nosotros, que nos ha convocado a esta mesa, te bendecimos, Padre santo, con toda nuestra alma.
Amén
Plegaria Eucaristica I: El misterio Pascual
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca en este tiempo en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
SANTO
Padre misericordioso, te pedimos humildemente por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que aceptes y bendigas estos † dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos, ante todo, por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa Francisco, con nuestro Obispo Carlos, y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica.
[C1] Acuérdate, Señor, de tus hijos y de todos los aquí reunidos, cuya fe y entrega bien conoces; por ellos y todos los suyos, por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan, te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza, a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.
[C2] Reunidos en comunión con toda la Iglesia, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo, San José; la de los santos apóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés, [Santiago y Juan, Tomás, Santiago y Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián,] y la de todos los santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección.
Reunidos en comunión con toda la Iglesia para celebrar de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo según la carne, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.
[CP] Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos.
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, por aquellos que has hecho renacer del agua y del Espíritu Santo perdonándoles todos sus pecados ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos.
[CC] Bendice y santifica, oh Padre, esta ofrenda haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti, de manera que sea para nosotros Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor.
El cual, la víspera de su Pasión, tomó pan en sus santas y venerables manos, y elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios Padre suyo todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó este cáliz glorioso en sus santas y venerables manos; dando gracias te bendijo, y lo dio a sus discípulos diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Éste es el Misterio de la fe.
Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
Por eso, Padre, nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la muerte gloriosa de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor; de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su admirable ascensión a los cielos, te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los mismos bienes que nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo; pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación.
Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste los dones del justo Abel, el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec.
Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos tu ángel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición.
Acuérdate también, Señor, de tus hijos que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz. A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz.
Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé, [Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro, Felicidad y Perpetua, Águeda, Lucía, Inés, Cecilia y Anastasia] y de todos los santos; y acéptanos en su compañía, no por nuestros méritos, sino conforme a tu bondad. Por Cristo, Señor nuestro, por quien sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros.
Plegaria Eucaristica II
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado.
Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María, la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor.
Él, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo.
Por eso, con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria, cantando sin cesar:
SANTO
Santo eres en verdad, Padre, fuente de toda santidad; por eso te suplicamos, que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y † Sangre de Jesucristo, Señor nuestro.
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, te dio gracias con la plegaria de bendición y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Este es el Sacramento de nuestra fe.
Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
[CC] Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el Pan de Vida y el Cáliz de Salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.
Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.
[C1] Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal; y con el Papa Francisco, con nuestro Obispo Carlos y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad.
[C2] Acuérdate también, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los difuntos, cuya fe sólo tú conociste: que contemplando la luz de tu rostro, estén participando en la gloriosa comunión de los santos. Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.
Plegaria Eucaristica III
SANTO
[CP] Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
[CC] Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en el Cuerpo y † la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, te dio gracias con la plegaria de bendición y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Este es el Sacramento de nuestra fe.
Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
[CC] Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
[C1] Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo san José, los apóstoles y los mártires, san Vicente Ferrer, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
[C2] Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Francisco, a nuestro Obispo Carlos, al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti. Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo. A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Plegaria Eucaristica IV
[CC] En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro glorificarte, Padre santo, porque tú eres el único Dios vivo y verdadero que existes desde siempre y vives para siempre; luz sobre toda luz. Porque tú solo eres bueno y la fuente de la vida, hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones y alegrar su multitud con la claridad de tu gloria.
Por eso, innumerables ángeles en tu presencia, contemplando la gloria de tu rostro, te sirven siempre y te glorifican sin cesar.
Y con ellos también nosotros, llenos de alegría, y por nuestra voz las demás criaturas, aclamamos tu nombre cantando:
SANTO
[CP] Te alabamos, Padre santo, porque eres grande y porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor. A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara todo lo creado. Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca. Reiteraste, además, tu alianza a los hombres; por los profetas los fuiste llevando con la esperanza de salvación.
Y tanto amaste al mundo, Padre santo, que, al cumplirse la plenitud de los tiempos, nos enviaste como salvador a tu único Hijo. Él se encarnó por obra del Espíritu Santo, nació de María, la Virgen, y así compartió en todo nuestra condición humana menos en el pecado; anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo. Para cumplir tus designios, él mismo se entregó a la muerte, y, resucitando, destruyó la muerte y nos dio nueva vida.
Y a fin de que no vivamos ya para nosotros mismos, sino para él, que por nosotros murió y resucitó, envió, Padre, al Espíritu Santo como primicia para los creyentes, a fin de santificar todas las cosas, llevando a plenitud su obra en el mundo.
[CC] Por eso, Padre, te rogamos que este mismo Espíritu santifique estas ofrendas, para que se conviertan en el Cuerpo y † la Sangre de Jesucristo, nuestro Señor, y así celebremos el gran misterio que nos dejó como alianza eterna.
Porque él mismo, llegada la hora en que había de ser glorificado por ti, Padre santo, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Y, mientras cenaba con sus discípulos, tomó pan, te bendijo, lo partió y se lo dio, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, te dio gracias con la plegaria de bendición y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Este es el Sacramento de nuestra fe.
Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
[CC] Por eso, Padre, al celebrar ahora el memorial de nuestra redención, recordamos la muerte de Cristo y su descenso al lugar de los muertos, proclamamos su resurrección y ascensión a tu derecha; y, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos su Cuerpo y su Sangre, sacrificio agradable a ti y salvación para todo el mundo.
Dirige tu mirada sobre esta Víctima que tú mismo has preparado a tu Iglesia, y concede a cuantos compartimos este pan y este cáliz, que, congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo, seamos en Cristo víctima viva para alabanza de tu gloria.
[C1] Y ahora, Señor, acuérdate de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio: de tu servidor el Papa Francisco, de nuestro Obispo Carlos, del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos, de los oferentes y de los aquí reunidos.
[C2] Acuérdate también de los que murieron en la paz de Cristo y de todos los difuntos, cuya fe sólo tú conociste.
Padre de bondad, que todos tus hijos nos reunamos en tu reino, con María, la Virgen Madre de Dios, con su esposo san José, con los apóstoles y los santos; y allí, junto con toda la creación libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro. por quien concedes al mundo todos los bienes.
Plegaria Eucaristica V/a: Dios guía a su Iglesia
[CC] Te damos gracias, Señor y Padre nuestro, te bendecimos y te glorificamos, porque has creado todas las cosas y nos has llamado a la vida.
Tú nunca nos dejas solos, te manifiestas vivo y presente en medio de nosotros.
Ya en tiempos antiguos guiaste a Israel, tu pueblo, con mano poderosa y brazo extendido, a través de un inmenso desierto.
Hoy acompañas a tu Iglesia peregrina, dándole la fuerza de tu Espíritu.
Por medio de tu Hijo nos abres el camino de la vida, para que, a través de este mundo, lleguemos al gozo perfecto de tu reino.
Por eso, con los ángeles y los santos, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
SANTO
[CP] Te glorificamos, Padre Santo, porque estás siempre con nosotros en el camino de la vida, sobre todo cuando Cristo, tu Hijo, nos congrega para el banquete pascual de su amor.
Como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús, él nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan.
[CC] Te rogamos, pues, Padre todopoderoso, que envíes tu Espíritu sobre este pan y este vino, de manera que sean para nosotros Cuerpo y † Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.
Él mismo, la víspera de su Pasión, mientras estaba a la mesa con sus discípulos, tomó pan, te dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, tomó el cáliz lleno de vino, te dio gracias con la plegaria de bendición y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Este es el Sacramento de nuestra fe.
Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
[CC] Por eso, Padre de bondad, celebramos ahora el memorial de nuestra reconciliación, y proclamamos la obra de tu amor: Cristo, tu Hijo, a través del sufrimiento y de la muerte en Cruz, ha resucitado a la vida nueva y ha sido glorificado a tu derecha.
Dirige tu mirada, Padre santo, sobre esta ofrenda; es Jesucristo que se ofrece con su Cuerpo y con su Sangre y, por este sacrificio, nos abre el camino hacia ti. Señor, Padre de misericordia, derrama sobre nosotros el Espíritu del Amor, el Espíritu de tu Hijo.
Fortalécenos con este mismo Espíritu a todos los que hemos sido invitados a tu mesa, para que todos nosotros, pueblo de Dios, con nuestros pastores, el Papa Francisco, nuestro Obispo Carlos, con los presbíteros y los diáconos, caminemos alegres en la esperanza y firmes en la fe, y comuniquemos al mundo el gozo del Evangelio.
Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los demás difuntos, cuya fe sólo tú conociste; admítelos a contemplar la luz de tu rostro y llévalos a la plenitud de la vida en la resurrección.
Y, cuando termine nuestra peregrinación por este mundo, recíbenos también a nosotros en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria. En comunión con la Virgen María, Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, San Vicente Ferrer y todos los santos, te invocamos, Padre, y te glorificamos, Por Cristo, Señor nuestro.
Plegaria Eucaristica V/b:
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
RITO DE COMUNIÓN
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de reconciliación
y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros
perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Padre, líbranos de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de todo conflicto, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
Y con tu espíritu.
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, dense la paz como signo de reconciliación.
CORDERO
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo,diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti.
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya bastará para sanarme.
MOTIVACIÓN A LA ANTÍFONA DE COMUNIÓN
Antes de recibir a Jesús Eucaristía, digamos juntos la Antífona de la Comunión.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Jn 9, 11. 38
El Señor me puso lodo sobre los ojos; entonces fui, me lavé, comencé a ver y creí en Dios.
Pueden sentarse
CANTO DE COMUNIÓN
REFLEXIÓN
Después de haber comulgado reflexionemos con la siguiente oración a dos coros los párrafos en rosa los dirá el monitor, y los párrafos en azul, los decimos todos:
PON TU MANO EN MIS OJOS
Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en mis ojos para que tengan vista
Pon tu mano en mis ojos miopes,
para que puedan mirar más allá
de la costumbre, la familia y la comunidad,
y ver al hambriento, al sediento, a los siempre pobres.
Pon tu mano en mis ojos endurecidos
por el paso de los años y los fracasos,
para que se transformen
en ojos emocionados, capaces de llorar.
Pon tu mano en mis ojos cansados,
que no alcanzan a distinguir bien cosas y personas,
para que adquieran juventud y claridad
en este mundo convulso y cambiante.
Pon tu mano en mis ojos enfermos,
mal acostumbrados y poco cuidados,
para que recuperen la salud
y puedan ver sin engaño en plenitud.
Pon tu mano en mis ojos heridos
por tantos golpes, luces y fogonazos
que han recibido de la vida
cuando intentaban verla en profundidad.
Pon tu mano en mis ojos ciegos,
clausurados a la vida y a la luz,
para que vuelvan a ver la vida y tus signos
con paz, ilusión y movimiento.
Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en nuestros ojos para que tengan vista.
Amén
Florentino Ulibarri
AVISOS PARROQUIALES
Revista desde la fe
Estamos en la recta final para participar con el grupo Mi100, en la Misión de este año. Solicitamos su apoyo con alimentos no perecederos, material de papelería, ropa en buen estado y juguetes para llevar a Santiago Acutzilapa.
Campaña: 60 familias - 60 bancas para la Pascua. $1,500 por banca
Renovación carismática: curso Espíritu y vida
Lunes 20 de marzo NO habrá servicio parroquial por ser día feriado.
Tendremos ejercicios cuaresmales del 27 al 31 de marzo de 19-21h
De pie
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor Dios, luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestros corazones con el resplandor de tu gracia, para que podamos siempre pensar lo que es digno y grato a tus ojos y amarte con sincero corazón. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
El Señor esté con ustedes
Y con tu espíritu
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
Amén
MOTIVACIÓN A LA SALIDA
Iluminemos la vida de nuestros hermanos.
Glorifiquen al Señor con su vida. Pueden ir en paz.
Demos gracias a Dios.
CANTO DE SALIDA