III Domingo de Pascua
23 de abril de 2023
CÁNTICO DE DANIEL
Criaturas todas del Señor,
bendecid al Señor;
ángeles del Señor,
bendigan al Señor;
cielos,
bendigan al Señor;
aguas del espacio,
bendigan al Señor;
ejércitos del Señor,
bendigan al Señor.
Sol y luna,
bendigan al Señor;
astros del cielo,
bendigan al Señor;
lluvia y rocío,
bendigan al Señor;
vientos todos,
bendigan al Señor.
Fuego y calor,
bendigan al Señor;
fríos y heladas,
bendigan al Señor;
rocíos y nevadas,
bendigan al Señor;
témpanos y hielos,
bendigan al Señor.
Escarchas y nieves,
bendigan al Señor;
noche y día,
bendigan al Señor;
luz y tinieblas,
bendigan al Señor;
rayos y nubes,
bendigan al Señor;
montes y cumbres,
bendigan al Señor.
Manantiales,
bendigan al Señor;
mares y ríos,
bendigan al Señor;
cetáceos y peces,
bendigan al Señor;
aves del cielo,
bendigan al Señor;
fieras y ganados,
bendigan al Señor.
Bendigamos al Padre y al Hijo
con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
MONICIÓN DE ENTRADA
Cristo Resucitado se hace presente en medio de nosotros, nos concede su paz y su Espíritu y nosotros le damos gracias por su presencia que nos llena de alegría y nos consolida en la fe.
Hoy, en el contexto de la Octava de Pascua, este Domingo se llamaba Domingo “in albis” (sin comprender de lo que se trata),
Vivamos este encuentro con Cristo Jesús y atendamos la invitación de nuestros Obispos uniéndonos en oración “para que se transforme la precariedad e injusticia laboral que sufren muchos trabajadores e imploremos a Dios que se les reconozcan sus derechos y que los empresarios busquen el bien de sus trabajadores y de la sociedad en general.
De pié por favor y a una voz digamos la antífona de entrada.
RITOS INICIALES
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 65, 1-2
Aclama a Dios, tierra entera. Canten todos un himno a su nombre, denle gracias y alábenlo. Aleluya.
Canto de entrada
En el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
SALUDO
El Dios de la vida, que ha resucitado a Jesucristo, rompiendo las ataduras de la muerte, esté con todos ustedes.
Y con tu espíritu.
ACTO PENITENCIAL
Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.
(Silencio)
Señor Jesús, tú eres uno con nosotros; tú caminas con nosotros en la ruta de la vida:
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo Jesús, tú proclamas para nosotros tu Buena Nueva de Salvación que clarifica nuestras alegrías, nuestras penas y toda nuestra vida:
Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor Jesús, tú partes para nosotros tu sabroso pan que da vida:
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Amén
GLORIA
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido, para que, al alegrarse hoy por haber recobrado la dignidad de su adopción filial, aguarde seguro su gozosa esperanza el día de la resurrección.
Amén
Tomen asiento daremos inicio a la:
LITURGIA DE LA PALABRA
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
San Pedro nos hablará con claridad y nos dará su testimonio sobre la Resurrección, no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. De la Resurrección nosotros somos testigos. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-33
El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: "Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de él y que ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz.
Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice, refiriéndose a él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que él está a mi lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad. El patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción. Pues bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo".
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor.
MONICIÓN AL SALMO
Con el salmo 15 nos unimos al gozo de la Iglesia ante el misterio de la Resurrección.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 15
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio.
Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia:
mi vida está en sus manos.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor
y con él a mi lado, jamás tropezaré.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Por eso se me alegran el corazón y el alma
y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte
ni dejarás que sufra yo la corrupción.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Enséñame el camino de la vida,
sáciame de gozo en tu presencia
y de alegría perpetua junto a ti.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
El Señor con su muerte y resurrección nos ha rescatado de nuestra estéril manera de vivir. Con Cristo resucitado hemos pasado ya a la vida de Dios, a la Vida Eterna. Pongan mucha atención a esta exhortación de San Pedro.
SEGUNDA LECTURA
De la primera carta del apóstol san Pedro 1, 17-21
Hermanos: Puesto que ustedes llaman Padre a Dios, que juzga imparcialmente la conducta de cada uno según sus obras, vivan siempre con temor filial durante su peregrinar por la tierra.
Bien saben ustedes que, de su estéril manera de vivir, heredada de sus padres, los ha rescatado Dios, no con bienes efímeros, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, al cual Dios había elegido desde antes de la creación del mundo y, por amor a ustedes, lo ha manifestado en estos tiempos, que son los últimos. Por Cristo, ustedes creen en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y lo llenó de gloria, a fin de que la fe de ustedes sea también esperanza en Dios.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor.
MONICIÓN AL EVANGELIO
Este texto del Evangelio de hoy es exclusivo de san Lucas, el cual describe la experiencia de dos discípulos camino a Emaús. La palabra se hizo comida, sacramento y el amigo visible se hizo invisible. De pie, por favor, para que entonemos jubilosos el Aleluya, antes de escuchar el mensaje evangélico de hoy.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Lc 24,32
Aleluya, Aleluya
Señor Jesús, haz que comprendamos la Sagrada Escritura. Enciende nuestro corazón mientras nos hablas.
Aleluya, Aleluya
EVANGELIO
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Gloria a ti, Señor.
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó:
"¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?".
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió:
"¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?".
Él les preguntó:
"¿Qué cosa?".
Ellos le respondieron:
"Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y, sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron".
Entonces Jesús les dijo:
"¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?".
Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él. Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo:
"Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer".
Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro:
"¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!".
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron:
"De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón".
Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?"
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" Él les preguntó: "¿Qué cosa?" Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron".
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo estoy así entrara en su gloria?" Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!"
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Tomen asiento
HOMILÍA
Cristo se nos da en la Escritura y en la Eucaristía
¡Alabado sea Jesucristo, el Señor del universo que vive y domina todo como único Señor! Alabémoslo y rindámosle todo el honor y la gloria debida a su categoría de Hijo de Dios, pues por su muerte y resurrección todo ha sido puesto bajo sus pies.
Esto, hermanos, constituye el anuncio constante y perenne de la Iglesia al mundo: el mismo que anunciaron los apóstoles a partir de Pentecostés, según lo hemos escuchado en la primera lectura. San Lucas, autor de los Hechos, nos muestra que, la Iglesia desde sus inicios, descubrió el sentido y empezó a comprender el misterio de la muerte y de la Resurrección de Jesús a la partir de la meditación de las Sagradas Escrituras.
Vemos, en el pasaje de los discípulos de Emaús, cómo el mismo Jesús, cuando se les juntó en el camino, les hizo entender, a partir del examen de las Escrituras, los acontecimientos que acababan de pasar y que los tenían apesadumbrados.
Parece ser que san Lucas – según algunos comentaristas− quiso dejarnos en esta narración, una pieza literaria, tan bella como inspirada; una verdadera catequesis sobre la experiencia de la naciente comunidad cristiana en torno a la ‘fracción del pan’ −primer nombre de nuestras asambleas eucarísticas−.
Pero también, mis queridos hermanos, −según la mayoría de connotados comentaristas− el evangelista nos da noticia de la importancia que tuvo para la primera comunidad cristiana el recurso de la Escritura para entender el misterio acaecido en la historia: que, como verdadero Dios y verdadero hombre, ha sido, a través de su muerte y su resurrección, glorificado y presente en la vida de la Iglesia.
Y así ha sido siempre nuestra actitud cristiana: de profundo y constante interés y amor por la Biblia. Creemos que nadie, como Jesús, nos puede hablar, con tanta autoridad, de los proyectos de Dios para salvarnos. Nadie habla como él, contestaban los enviados a quienes los habían enviado para apresarlo. Los cristianos afirmamos que Jesús es la Palabra viva del Padre. Él es la voz más clara y veraz, la última palabra que Dios ha pronunciado en la historia de la humanidad.
Por eso, la Iglesia, comunidad del Resucitado, lee, escucha y medita la Palabra de Dios; para comprender su propio ser, su misión y su vida en el contexto amplísimo de la historia de salvación donde se inserta la de cada uno de los hombres.
Muerte y Resurrección son el contenido y el fundamento de nuestros encuentros dominicales, y es esto lo que ilumina y da sentido a nuestra viada en Cristo. Porque la cruz y la resurrección dieron un rumbo nuevo a la historia y a todo lo creado. Como los discípulos de Emaús, hoy también nosotros reconocemos la presencia de Jesús en la Eucaristía, pero también en medio del mundo. Es muy importante que sepamos “partir el pan” con el prójimo, pues la Eucaristía no es un acontecimiento intimista y cerrado, sino profundamente abierto al mundo, a lo social.
Por eso, quienes comparten el pan, el otro pan, el pan cotidiano y necesario para vivir, construyendo relaciones fraternas, luchando juntos por la justicia y la paz, a favor de quienes son robados y despojados, de sus derechos, por la injusticia de los hombres y de los sistemas económicos inhumanos y salvajes, repito, quienes viven en el mundo poniendo en práctica lo vivido en cada Eucaristía, esos viven, con su testimonio, lo que han oído y celebrado el domingo.
Si no lo hacemos así, estaremos impidiendo que la Eucaristía exprese la fuerza del signo sacramental que salva y, entonces ésta se convertiría en un fenómeno engañoso y alienante.
Celebremos, más bien, mis hermanos, nuestra fe eucarística con la conciencia iluminada por la Palabra, como sólo Cristo nos la puede explicar; asimismo, con la conciencia de que somos signo visible y comprometido de la presencia del Resucitado en el mundo. Así sea.
Nos ponemos de pie
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo
su único Hijo Nuestro Señor,
que fue concebido por obra
y gracia del Espíritu Santo.
Nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios Padre, todopoderoso.
Desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia católica
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén
¿Creen ustedes en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Sí, creo
¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que nació de la Virgen María, padeció y murió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del Padre?
Sí, creo
¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
Sí, creo
Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo nuestro Señor.
Amén
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos a Dios Padre, por Jesucristo, su Hijo resucitado de entre los muertos, y digamos confiadamente:
Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.
Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.
1. Por el Papa Francisco y por nuestros Obispos de México que mañana iniciarán su reunión plenaria, para que el Espíritu Santo los ilumine en su tarea de hacer que incida en la realidad de nuestro País la misión de la Iglesia. Oremos.
Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.
2. Por los que gobiernan las naciones, en especial por los que gobiernan en nuestro País, para que trabajen por el bien común y nos impulsen a construir una sociedad en la paz y la justicia. Oremos.
Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.
3. Por quienes nacieron a la vida cristiana en la Vigilia Pascual, para que sean constantes a la mesa de la palabra y la Eucaristía, perseverantes en la oración y testigos de la caridad fraterna. Oremos.
Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.
4. Por los que viven la experiencia del dolor, para que no se dejen vencer por el desánimo, sino que, por la fuerza de la fe y la solidaridad de los hermanos, experimenten que el Señor está cerca de cada uno de ellos. Oremos.
Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.
5. Por los trabajadores, para que, cumpliendo su misión de dignificar el trabajo, no sufran la explotación laboral y sean debidamente remunerados, así como debidamente valorados. Oremos.
Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.
6. Por los empresarios, para que siempre procedan con sabiduría y justicia, creando fuentes de trabajo y respetando los derechos de todos los trabajadores. Oremos.
Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.
7. Por cada uno de nosotros, para que nuestra fe en el Señor resucitado, se vaya consolidando día a día y por ella demos más testimonio de vida cristiana en nuestra comunidad. Oremos.
Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.
Padre misericordioso, escucha la oración de los que por el bautismo son tus hijos y concédeles los bienes que confiados te suplican. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
ORACION POR LAS VOCACIONES
Oh, Jesús,
Pastor eterno de las almas,
dígnate mirar
con ojos de misericordia
a esta porción de tu grey amada.
Señor, gemimos en la orfandad,
danos vocaciones,
danos sacerdotes y religiosos santos.
Te lo pedimos por la Inmaculada
Virgen María de Guadalupe,
tu dulce y Santa Madre.
Oh Jesús, danos sacerdotes y religiosos
según tu corazón. Amén.
Pueden sentarse, ahora iniciamos la:
LITURGIA EUCARÍSTICA
MONICIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, nos acercamos a tu altar para entregarte a través de estas ofrendas, nuestras vidas y nuestros esfuerzos y los anhelos que están cimentados en la esperanza de la vida eterna
CANTO DE OFRENDAS
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida.
Por el misterio de esta agua y este vino, haz que compartamos la divinidad de quien se ha dignado participar de nuestra humanidad.
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; Él será para nosotros bebida de salvación.
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.
Lava del todo mi delito. Señor, y limpia mi pecado.
De pie
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, los dones que, jubilosa, tu Iglesia te presenta, y puesto que es a ti a quien debe su alegría, concédele también disfrutar de la felicidad eterna.
Amén
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios
Es justo y necesario
PREFACIO
PREFACIO: Experiencia Pascual
Te reconocemos, Señor, como creador de todo el universo. Tú eres el Dios de la vida, el Dios de toda la humanidad, pero eres sobre todo un Padre bueno para nosotros, que nos amas a todos, sin esperar nada a cambio.
Gracias, Padre santo. Apenas comprendemos tu infinita generosidad porque nuestros patrones de actuación son siempre interesados. Pero si no quieres nada para Ti, no nos queda más salida que agradecerte tanto cariño queriendo a todos tus hijos sintiéndolos como hermanos.
Y eso queremos hacer. Permítenos, Señor, este sencillo himno de gloria y alabanza.
SANTO
Debemos agradecerte muy especialmente, Padre Dios, el paso por nuestra historia de tu hijo Jesús de Nazaret, que nos ha enseñado cómo vivir y nos ha acercado a Ti. Nos impresiona su generosidad, su bondad sin límite, cómo estaba siempre dispuesto a ayudar y consolar a los mendigos y enfermos que le salían al encuentro.
Cuando recordamos su vida, su palabra, su fe, su cariño, sentimos como que nos arde el corazón. Cuando nos reunimos en su nombre, es como sentir su cálida presencia entre nosotros. Queremos pedirle, como los dos de Emaús, que no nos deje, que nos hace mucha falta tenerle de guía y cerca, ahora que oscurece a nuestro alrededor.
Este es el momento de rememorar y celebrar su entrega y este es el momento de comprometernos a imitarle.
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por la efusión de Tu Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en el Cuerpo y † la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado, y, mientras cenaba con sus discípulos, tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Éste es el Misterio de la fe. Cristo se entregó por nosotros.
Salvador del mundo, sálvanos, tú que nos has liberado por tu cruz y resurrección.
Padre santo, queremos entender bien y anunciar al mundo la vida, muerte y resurrección de tu hijo Jesús, para que sea norte y modelo para toda la humanidad. Envíanos tu Espíritu, a tu Iglesia, a tu representante y pastor nuestro el Papa Francisco, a nuestro Obispo Carlos, y sus Obispos auxiliares, a los presbíteros y diáconos a todos religiosos y laicos comprometidos aliéntanos, necesitamos tu fuerza.
Queremos sentirnos hijos tuyos, amigos fieles de Jesús. Como se sintieron la madre de Jesús la Virgen María, su esposo San José, los discípulos, los santos y mártires y todos aquellos que han vivido en tu amistad a través de los tiempos. Nuestra firme voluntad es la de continuar su misión y llevar a término la obra liberadora que Jesús empezó.
Queremos eliminar de este mundo tanta injusticia, y promover buenos sentimientos en el corazón de todos, para que todos nos sintamos compañeros y marchemos juntos, en la misma dirección, para hacer realidad la utopía de tu reino universal.
Sabemos que Jesús ha tomado en sus manos la vida de quienes ya murieron y descansan en su paz y con ellos nos acompaña siempre y solo hemos de ser capaces de reconocer su rostro en los hermanos que encontremos en el camino.
Nos unimos a todos los constructores de un mundo mejor Y juntos bendecimos tu nombre y el de tu hijo Jesús.
Plegaria Eucaristica I: El misterio Pascual
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca en este tiempo en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
SANTO
Padre misericordioso, te pedimos humildemente por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que aceptes y bendigas estos † dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos, ante todo, por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa Francisco, con nuestro Obispo Carlos, y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica.
[C1] Acuérdate, Señor, de tus hijos y de todos los aquí reunidos, cuya fe y entrega bien conoces; por ellos y todos los suyos, por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan, te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza, a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.
[C2] Reunidos en comunión con toda la Iglesia, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo, San José; la de los santos apóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés, [Santiago y Juan, Tomás, Santiago y Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián,] y la de todos los santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección.
Reunidos en comunión con toda la Iglesia para celebrar de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo según la carne, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.
[CP] Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos.
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, por aquellos que has hecho renacer del agua y del Espíritu Santo perdonándoles todos sus pecados ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos.
[CC] Bendice y santifica, oh Padre, esta ofrenda haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti, de manera que sea para nosotros Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor.
El cual, la víspera de su Pasión, tomó pan en sus santas y venerables manos, y elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios Padre suyo todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó este cáliz glorioso en sus santas y venerables manos; dando gracias te bendijo, y lo dio a sus discípulos diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Éste es el Misterio de la fe.
Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
Por eso, Padre, nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la muerte gloriosa de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor; de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su admirable ascensión a los cielos, te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los mismos bienes que nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo; pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación.
Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste los dones del justo Abel, el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec.
Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos tu ángel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición.
Acuérdate también, Señor, de tus hijos que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz. A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz.
Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé, [Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro, Felicidad y Perpetua, Águeda, Lucía, Inés, Cecilia y Anastasia] y de todos los santos; y acéptanos en su compañía, no por nuestros méritos, sino conforme a tu bondad. Por Cristo, Señor nuestro, por quien sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros.
Plegaria Eucaristica II
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado.
Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María, la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor.
Él, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo.
Por eso, con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria, cantando sin cesar:
SANTO
Santo eres en verdad, Padre, fuente de toda santidad; por eso te suplicamos, que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y † Sangre de Jesucristo, Señor nuestro.
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, te dio gracias con la plegaria de bendición y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Este es el Sacramento de nuestra fe.
Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
[CC] Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el Pan de Vida y el Cáliz de Salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.
Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.
[C1] Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal; y con el Papa Francisco, con nuestro Obispo Carlos y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad.
[C2] Acuérdate también, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los difuntos, cuya fe sólo tú conociste: que contemplando la luz de tu rostro, estén participando en la gloriosa comunión de los santos. Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.
Plegaria Eucaristica III
SANTO
[CP] Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
[CC] Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en el Cuerpo y † la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, te dio gracias con la plegaria de bendición y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Este es el Sacramento de nuestra fe.
Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
[CC] Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
[C1] Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo san José, los apóstoles y los mártires, san Vicente Ferrer, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
[C2] Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Francisco, a nuestro Obispo Carlos, al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti. Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo. A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Plegaria Eucaristica IV
[CC] En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro glorificarte, Padre santo, porque tú eres el único Dios vivo y verdadero que existes desde siempre y vives para siempre; luz sobre toda luz. Porque tú solo eres bueno y la fuente de la vida, hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones y alegrar su multitud con la claridad de tu gloria.
Por eso, innumerables ángeles en tu presencia, contemplando la gloria de tu rostro, te sirven siempre y te glorifican sin cesar.
Y con ellos también nosotros, llenos de alegría, y por nuestra voz las demás criaturas, aclamamos tu nombre cantando:
SANTO
[CP] Te alabamos, Padre santo, porque eres grande y porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor. A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara todo lo creado. Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca. Reiteraste, además, tu alianza a los hombres; por los profetas los fuiste llevando con la esperanza de salvación.
Y tanto amaste al mundo, Padre santo, que, al cumplirse la plenitud de los tiempos, nos enviaste como salvador a tu único Hijo. Él se encarnó por obra del Espíritu Santo, nació de María, la Virgen, y así compartió en todo nuestra condición humana menos en el pecado; anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo. Para cumplir tus designios, él mismo se entregó a la muerte, y, resucitando, destruyó la muerte y nos dio nueva vida.
Y a fin de que no vivamos ya para nosotros mismos, sino para él, que por nosotros murió y resucitó, envió, Padre, al Espíritu Santo como primicia para los creyentes, a fin de santificar todas las cosas, llevando a plenitud su obra en el mundo.
[CC] Por eso, Padre, te rogamos que este mismo Espíritu santifique estas ofrendas, para que se conviertan en el Cuerpo y † la Sangre de Jesucristo, nuestro Señor, y así celebremos el gran misterio que nos dejó como alianza eterna.
Porque él mismo, llegada la hora en que había de ser glorificado por ti, Padre santo, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Y, mientras cenaba con sus discípulos, tomó pan, te bendijo, lo partió y se lo dio, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, te dio gracias con la plegaria de bendición y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Este es el Sacramento de nuestra fe.
Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
[CC] Por eso, Padre, al celebrar ahora el memorial de nuestra redención, recordamos la muerte de Cristo y su descenso al lugar de los muertos, proclamamos su resurrección y ascensión a tu derecha; y, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos su Cuerpo y su Sangre, sacrificio agradable a ti y salvación para todo el mundo.
Dirige tu mirada sobre esta Víctima que tú mismo has preparado a tu Iglesia, y concede a cuantos compartimos este pan y este cáliz, que, congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo, seamos en Cristo víctima viva para alabanza de tu gloria.
[C1] Y ahora, Señor, acuérdate de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio: de tu servidor el Papa Francisco, de nuestro Obispo Carlos, del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos, de los oferentes y de los aquí reunidos.
[C2] Acuérdate también de los que murieron en la paz de Cristo y de todos los difuntos, cuya fe sólo tú conociste.
Padre de bondad, que todos tus hijos nos reunamos en tu reino, con María, la Virgen Madre de Dios, con su esposo san José, con los apóstoles y los santos; y allí, junto con toda la creación libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro. por quien concedes al mundo todos los bienes.
Plegaria Eucaristica V/a: Dios guía a su Iglesia
[CC] Te damos gracias, Señor y Padre nuestro, te bendecimos y te glorificamos, porque has creado todas las cosas y nos has llamado a la vida.
Tú nunca nos dejas solos, te manifiestas vivo y presente en medio de nosotros.
Ya en tiempos antiguos guiaste a Israel, tu pueblo, con mano poderosa y brazo extendido, a través de un inmenso desierto.
Hoy acompañas a tu Iglesia peregrina, dándole la fuerza de tu Espíritu.
Por medio de tu Hijo nos abres el camino de la vida, para que, a través de este mundo, lleguemos al gozo perfecto de tu reino.
Por eso, con los ángeles y los santos, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
SANTO
[CP] Te glorificamos, Padre Santo, porque estás siempre con nosotros en el camino de la vida, sobre todo cuando Cristo, tu Hijo, nos congrega para el banquete pascual de su amor.
Como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús, él nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan.
[CC] Te rogamos, pues, Padre todopoderoso, que envíes tu Espíritu sobre este pan y este vino, de manera que sean para nosotros Cuerpo y † Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.
Él mismo, la víspera de su Pasión, mientras estaba a la mesa con sus discípulos, tomó pan, te dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Del mismo modo, tomó el cáliz lleno de vino, te dio gracias con la plegaria de bendición y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Este es el Sacramento de nuestra fe.
Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
[CC] Por eso, Padre de bondad, celebramos ahora el memorial de nuestra reconciliación, y proclamamos la obra de tu amor: Cristo, tu Hijo, a través del sufrimiento y de la muerte en Cruz, ha resucitado a la vida nueva y ha sido glorificado a tu derecha.
Dirige tu mirada, Padre santo, sobre esta ofrenda; es Jesucristo que se ofrece con su Cuerpo y con su Sangre y, por este sacrificio, nos abre el camino hacia ti. Señor, Padre de misericordia, derrama sobre nosotros el Espíritu del Amor, el Espíritu de tu Hijo.
Fortalécenos con este mismo Espíritu a todos los que hemos sido invitados a tu mesa, para que todos nosotros, pueblo de Dios, con nuestros pastores, el Papa Francisco, nuestro Obispo Carlos, con los presbíteros y los diáconos, caminemos alegres en la esperanza y firmes en la fe, y comuniquemos al mundo el gozo del Evangelio.
Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los demás difuntos, cuya fe sólo tú conociste; admítelos a contemplar la luz de tu rostro y llévalos a la plenitud de la vida en la resurrección.
Y, cuando termine nuestra peregrinación por este mundo, recíbenos también a nosotros en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria. En comunión con la Virgen María, Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, San Vicente Ferrer y todos los santos, te invocamos, Padre, y te glorificamos, Por Cristo, Señor nuestro.
Plegaria Eucaristica V/b:
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
RITO DE COMUNIÓN
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros
perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Padre, líbranos de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de todo conflicto, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
Y con tu espíritu.
Como hijos de Dios, intercambiemos ahora un signo de comunión fraterna.
CORDERO
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo,diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti.
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya bastará para sanarme.
MOTIVACIÓN A LA ANTÍFONA DE COMUNIÓN
Para compartir el pan con nuestros hermanos acerquémonos a comulgar, pero antes a una voz digamos la Antífona de la Comunión.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Lc 24, 35
Los discípulos reconocieron al Señor Jesús, al partir el pan. Aleluya.
Pueden sentarse
CANTO DE COMUNIÓN
REFLEXIÓN
PALABRAS DEL CORAZÓN
Oremos a una voz:
Mientras caminábamos tristes,
te has acercado respetuoso
a nuestras dudas, temores y desánimos.
Has hecho el camino con nosotros
aceptando nuestro ritmo y paso,
conversando con lenguaje llano y claro.
Con tu palabra y presencia viva
nos has abierto la Escritura
y los caminos de Dios en la historia.
Has calentado nuestro corazón,
has abierto nuestros ojos cegados
y nos has devuelto alegría e ilusión.
¡Quédate con nosotros al declinar el día
y comparte nuestro pan y techo, sin prisa,
antes de enviarnos a ser personas nuevas!
¡Quédate con nosotros y haznos compañía,
vamos a conversar un poco más de tu utopía
y de los horizontes abiertos en nuestras vidas!
Florentimo Ulibarri
AVISOS PARROQUIALES
Revista desde la fe.
60 familias – 60 bancas – $1,500.00 por banca.
Los invitamos a la velada de Pentecostés para recibir el Espíritu Santo juntos, será la noche del sábado 27 de mayo a las 9 pm, terminando el domingo 28 de mayo a las 6 am.
De pie
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dirige, Señor, tu mirada compasiva sobre tu pueblo, al que te has dignado renovar con estos misterios de vida eterna, y concédele llegar un día a la gloria incorruptible de la resurrección.
Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
El Señor esté con ustedes
Y con tu espíritu
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
Amén
MOTIVACIÓN A LA SALIDA
¡Vayamos a celebrar que Jesús se quedó entre nosotros!
Pueden ir en paz, aleluya, aleluya.
Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
CANTO DE SALIDA